Yvelisse Prats-Ramírez de Pérez ,
Listin Diario, sábado 23 de mayo del 2009
Compañeros de mi partido que me aprecian me recomiendan que no opine sobre el tema: “Escribe sobre Benedetti este sábado” me dicen.El consejo de buena fe que trasunta prudencia no ha podido derrotar la terca voz de mis convicciones, el respeto que me debo a mi misma, y la reivindicación de las enseñanzas de Bosch y de Peña Gómez.Ya está.
Lo escribo y lo suscribo. No me gustó el acuerdo. Estoy en des-acuerdo. Tengo motivos valederos para disentir de los que, obsecuentes o equivocados, interesados o confundidos acogen con beneplácito el Acuerdo entre el ciudadano Presidente de
En códigos diferentes, en clave perredeísta ideológica y en clave ciudadana, escribo En Plural, pidiendo excusas a los buenos amigos y compañeros que me recomendaron ignorar el acuerdo y entonar en este espacio un réquiem a Benedetti.Como perredeísta, denuncio el Acuerdo como violatorio a las normas estatutarias del PRD, particularmente, el artículo 35, acápites a), e), h) y l). Para recuerdo de algún desmemoriado compañero, sintetizo el sentido de los cuatro artículos: la facultad exclusiva de
Pienso que el Acuerdo, firmado individualmente, da razón a los que nos juzgan como un “Conglomerado de intereses” más que como un partido unido y coherente.
La vieja, trágica superposición de grupos y jefes a los organismos partidarios retornó con fuerza en encuentros cuasi secretos y en el acuerdo apresurado.
El acuerdo, por ser así de privado, bipersonal, sobrepone lo individual a lo colectivo, y contradice con ello la esencia del Socialismo Democrático, los postulados de
Ante este Acuerdo sorpresivo, me resulta particularmente doloroso, la exaltación de unos/as, la aceptación callada de otros/as, la ausencia de la conmoción asombrada y el rechazo vibrante de quienes tanto hablan de democracia participativa.
Si significativos sectores de la sociedad civil organizada y el PRD exigían una Asamblea Popular Constituyente donde la soberanía popular formulase la nueva Constitución que nos regirá a todos/as los/las ciudadanos/as, ¿Cómo ahora se acepta, incluso se elogia, que dos personas en solitario, ni siquiera la escasa pero púdica representatividad de los/las legisladores/as, pretendan decidir el destino de la nación?
Este acuerdo, además, encierra en siete puntos, la mayoría de ellos exclusivamente políticos y/o jurídicos, los compromisos contraídos, insuficientes frente a la vastedad de la tragedia social de exclusiones, analfabetismo, marginación, corrupción, hambre y carencia de salud de un país “que no merece el nombre de país, sino de féretro o sepultura” donde se van depositando día a día las posibles esperanzas.
¿A quiénes, y cómo, favorece este acuerdo? A corto plazo, al compañero Miguel, a quien exalta como figura política con dimensión nacional, equiparándolo, a costa del achicamiento de su partido, con el liderazgo del Presidente Fernández.
A mediano plazo, y ese fue el caramelo ofrecido, al compañero Hipólito, en la “luz verde” que enciende a sus posibles aspiraciones en 2012; y a largo plazo, al propio Leonel, quien hace, buen aprendiz de Balaguer, una triple jugada: cumple su compromiso de no reelegirse frente a su partido: lo protege de una derrota personal en 2012; y enciende la velita que puede convertirse en hoguera impredecible en la lucha de grupos Miguel ñ Hipólito dentro del PRD.
Todo está debidamente calculado en la estrategia del Dr. Fernández; si el PRD gana en 2012, él, su figura y su ambición de seguir siendo referente obligado en 2016 se mantiene: otro/a peledeísta cargará como Danilo Medina en el 2000, con el fracaso.
Y si el PLD, pese a su mal gobierno, ganara, la imagen de Leonel crecerá, como estadista y líder. O sea, Leonel puede ganar perdiendo, y ganar ganando.
Hay ganadores en el Acuerdo. Pero hay perdedores importantes; la deseada democracia participativa, la institucionalidad y la respetabilidad de los partidos políticos, la capacidad de respuesta vigorosa de los sectores sociales organizados, la conjugación en plural de las acciones y decisiones políticas, y la esperanza que muchos teníamos de ir dejando atrás el caudillismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario